Paquín
Estrada:Lecciones de Liderazgo
Conocí al
Paquín Estrada en 1966 a la entrada del viejo estadio Revolución en Navojoa
donde ahora se encuentran las oficinas del DIF municipal. El Paquín frizaba los
18 años de edad, había iniciado su carrera a los 16. Con algunos compañeros del
sexto año de primaria y en grupo, acudíamos de aventón con don Ramón “Chapo”
Parra de Huatabampo a los partidos nocturnos para apoyar a los Mayos de
Navojoa. No batallamos para aprender a valorar al joven Estrada que ya
por esas fechas daba muestras de su talento y sus habilidades deportivas. Eran
épocas donde en los juegos se daban cita puro alto calibre: el zurdo Ortiz,
Jesús Lechler, Agustín Enríquez, Isidoro Sáinz, Miguel “Becerril” Fernández y
el “avestruz” Rivera entre otros. Cuando el Paquín tenía 20 años por ejemplo,
Ronaldo Camacho impuso el récord de 27 jonrones en la liga del pacífico que a
40 años nadie ha podido derribar, y tan solo empatar por el ex naranjero Bob
Darwin.
Con mucha modestia en ese tiempo Estrada llegaba solo y a pie dada la cercanía de su domicilio con el estadio, -sigue viviendo a un lado de la empresa electroclimas-ya uniformado con los “spikes” y el guante de cátcher debajo del brazo. Ya le pegaba duro a la pelota y eran comentadas sus jugadas como cátcher, sobre todo aquella de tirar a segunda base en cuclillas y en la mayoría de los casos sacar al corredor en su intento de robo. Nadie imaginaba entonces los alcances del Paquín y las epopeyas históricas que le habría de dar al beisbol; su pasión, su vida, su entrega total.
Con el tiempo fuimos testigos de su crecimiento. El legendario “mánager” Tomás Herrera “el sargento” que en verano manejara a los diablos rojos del México y en invierno a los mayos fue precisamente el que habló personalmente con el padre del Paquín para que le diera permiso para firmar en el beisbol profesional de la liga mexicana con los Diablos Rojos. El padre del Paquín después de mucho pensarlo aceptó con la condición de que Herrera lo cuidara porque apenas rebasaba los 16 años. Fue así como se inició la gran carrera de Francisco Estrada Soto.
Hablar de Paquín Estrada no es hablar de la leyenda (“relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”) sino de una realidad y un proyecto de vida que ha triunfado en todos los órdenes de la existencia.
El Paquín es el mejor mánager del beisbol profesional que ha dado México en su historia. Ha manejado 19 campañas y lo avalan 7 campeonatos en la Liga Mexicana del Pacífico y dos campeonatos de la Serie del Caribe (1996, 2002) así como tres campeonatos en la liga mexicana de verano como mánager y otros tres como jugador. Ocupa el quinto lugar en hits y séptimo en dobles conectados de todos los tiempos en la Liga Mexicana del Pacífico.
El Paquín ha demostrado con hechos una voluntad transformadora e innovadora dentro del beisbol. Como profesional del deporte se ha actualizado y ha aprovechado como nadie las experiencias que da el contacto diario con una realidad cambiante, exigente, de intenso trato humano y fogueado en el trajinar que impone una labor que conjunta vocación, profesionalismo, capacidad de sacrificio y entrega total.
Vida y carrera profesional han sido para él una síntesis de perseverancia, constancia, aprendizaje, actualización, tolerancia conocimiento de la condición humana, y mucha paciencia para adaptarse al incierto y complejo mundo del deporte. De su liderazgo y sus acciones, comparándolo con otros personajes de su profesión llegamos entender las similitudes y el gran parecido que guardan la política y el beisbol-claro- cuando ambas disciplinas se abordan y se asumen profesionalmente. Veamos los porqués.
En primer lugar se trata de una labor de equipo. Resulta muy difícil que las individualidades, por más brillantes que sean, ganen por sí mismas los partidos. Es importante la disciplina con el manager y el espíritu de colaboración con los compañeros de equipo. También el de saber sobreponerse a la derrota para buscar al día siguiente la victoria. En consecuencia, valorar también los triunfos y saber que las cosas no son reales ni definitivas hasta que cae el último out.
En segundo, en ambas disciplinas los errores son muy costosos, se dan por inexperiencia o por falta de habilidades, por ausencia de coordinación y también por las eventualidades del azar, las circunstancias pues.
En tercero, se requiere de profesionalismo y experiencia para aprender a jugar mejor en el tiempo, y ante distintas circunstancias.
En cuarto lugar ubicamos la comprensión de las señales. En las dos disciplinas es sabio aprender a leer las señales para no hacer jugadas equivocadas y la buena memoria de los jugadores siempre se pone a prueba en cada partido. Los cambios de señales de última hora han sido la diferencia en muchos partidos de beisbol y en la vida de no menos políticos. Muchas tragedias se podían haber evitado en campeonatos y en carreras políticas de haber sabido entender a cabalidad las señales. No en balde, se señala que en la política y el beisbol, los panteones políticos y deportivos están llenos de cabezas calientes.
Por otra parte, en el beisbol en el espectáculo y en otros deportes así como en la política las carreras de los jugadores no son de velocidades sino de resistencia y para resistir hay que contar con experiencia, humildad, capacidad de admitir el éxito ajeno y desde luego, saber resistir el propio para no marearse y caer rápidamente. Se puede alcanzar fácilmente la primera oportunidad y quizá la segunda, pero de la tercera en adelante, darle la vuelta al diamante resulta siempre de la vocación, el empuje de los demás y la asimilación de triunfos y fracasos con sabiduría.
Se tiene que ser agradecido con el público y jugar bien y con calidad para no defraudarlo porque al final es quien enjuicia lo bueno y malo de las trayectorias políticas y deportivas. No hay que olvidar -porque a veces sucede- que el público -la afición de las gradas- es quien finalmente sostiene el espectáculo y nutre con apoyos una victoria o una derrota.
Paquín combina magistralmente la experiencia con la innovación, y el pasado con el presente y el futuro; no se ancló en el pasado, pero aprendió de él y con esas herramientas ha sabido consolidarse como un buen manager en el beisbol y en su vida personal. Prueba de ello es que sigue vigente como el primer día, también admirado y consultado por quienes a través del tiempo han valorado su capacidad, experiencia y sobre todo su nobleza y calidad de ser humano comprometido con sus orígenes.
A punto de cumplir los 60 años y de encarar nuevos desafíos en su carrera como mánager, al Paquín nadie podrá llamarlo un manager “tradicional” solo por la edad que presume. Tampoco podrán achacarle que no se renueva para prestar un mejor servicio profesional. Por su experiencia y sus aportaciones, por su buena fama, por sus marcas personales y por su ejemplo de vitalidad y buena vibra, no solo está en el salón de la fama del deporte mexicano, también está en el aprecio y el reconocimiento que miles de seguidores del beisbol le profesamos. Enhorabuena por los nuevos y buenos tiempos del Paquín Estrada. Se los merece.
Con mucha modestia en ese tiempo Estrada llegaba solo y a pie dada la cercanía de su domicilio con el estadio, -sigue viviendo a un lado de la empresa electroclimas-ya uniformado con los “spikes” y el guante de cátcher debajo del brazo. Ya le pegaba duro a la pelota y eran comentadas sus jugadas como cátcher, sobre todo aquella de tirar a segunda base en cuclillas y en la mayoría de los casos sacar al corredor en su intento de robo. Nadie imaginaba entonces los alcances del Paquín y las epopeyas históricas que le habría de dar al beisbol; su pasión, su vida, su entrega total.
Con el tiempo fuimos testigos de su crecimiento. El legendario “mánager” Tomás Herrera “el sargento” que en verano manejara a los diablos rojos del México y en invierno a los mayos fue precisamente el que habló personalmente con el padre del Paquín para que le diera permiso para firmar en el beisbol profesional de la liga mexicana con los Diablos Rojos. El padre del Paquín después de mucho pensarlo aceptó con la condición de que Herrera lo cuidara porque apenas rebasaba los 16 años. Fue así como se inició la gran carrera de Francisco Estrada Soto.
Hablar de Paquín Estrada no es hablar de la leyenda (“relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”) sino de una realidad y un proyecto de vida que ha triunfado en todos los órdenes de la existencia.
El Paquín es el mejor mánager del beisbol profesional que ha dado México en su historia. Ha manejado 19 campañas y lo avalan 7 campeonatos en la Liga Mexicana del Pacífico y dos campeonatos de la Serie del Caribe (1996, 2002) así como tres campeonatos en la liga mexicana de verano como mánager y otros tres como jugador. Ocupa el quinto lugar en hits y séptimo en dobles conectados de todos los tiempos en la Liga Mexicana del Pacífico.
El Paquín ha demostrado con hechos una voluntad transformadora e innovadora dentro del beisbol. Como profesional del deporte se ha actualizado y ha aprovechado como nadie las experiencias que da el contacto diario con una realidad cambiante, exigente, de intenso trato humano y fogueado en el trajinar que impone una labor que conjunta vocación, profesionalismo, capacidad de sacrificio y entrega total.
Vida y carrera profesional han sido para él una síntesis de perseverancia, constancia, aprendizaje, actualización, tolerancia conocimiento de la condición humana, y mucha paciencia para adaptarse al incierto y complejo mundo del deporte. De su liderazgo y sus acciones, comparándolo con otros personajes de su profesión llegamos entender las similitudes y el gran parecido que guardan la política y el beisbol-claro- cuando ambas disciplinas se abordan y se asumen profesionalmente. Veamos los porqués.
En primer lugar se trata de una labor de equipo. Resulta muy difícil que las individualidades, por más brillantes que sean, ganen por sí mismas los partidos. Es importante la disciplina con el manager y el espíritu de colaboración con los compañeros de equipo. También el de saber sobreponerse a la derrota para buscar al día siguiente la victoria. En consecuencia, valorar también los triunfos y saber que las cosas no son reales ni definitivas hasta que cae el último out.
En segundo, en ambas disciplinas los errores son muy costosos, se dan por inexperiencia o por falta de habilidades, por ausencia de coordinación y también por las eventualidades del azar, las circunstancias pues.
En tercero, se requiere de profesionalismo y experiencia para aprender a jugar mejor en el tiempo, y ante distintas circunstancias.
En cuarto lugar ubicamos la comprensión de las señales. En las dos disciplinas es sabio aprender a leer las señales para no hacer jugadas equivocadas y la buena memoria de los jugadores siempre se pone a prueba en cada partido. Los cambios de señales de última hora han sido la diferencia en muchos partidos de beisbol y en la vida de no menos políticos. Muchas tragedias se podían haber evitado en campeonatos y en carreras políticas de haber sabido entender a cabalidad las señales. No en balde, se señala que en la política y el beisbol, los panteones políticos y deportivos están llenos de cabezas calientes.
Por otra parte, en el beisbol en el espectáculo y en otros deportes así como en la política las carreras de los jugadores no son de velocidades sino de resistencia y para resistir hay que contar con experiencia, humildad, capacidad de admitir el éxito ajeno y desde luego, saber resistir el propio para no marearse y caer rápidamente. Se puede alcanzar fácilmente la primera oportunidad y quizá la segunda, pero de la tercera en adelante, darle la vuelta al diamante resulta siempre de la vocación, el empuje de los demás y la asimilación de triunfos y fracasos con sabiduría.
Se tiene que ser agradecido con el público y jugar bien y con calidad para no defraudarlo porque al final es quien enjuicia lo bueno y malo de las trayectorias políticas y deportivas. No hay que olvidar -porque a veces sucede- que el público -la afición de las gradas- es quien finalmente sostiene el espectáculo y nutre con apoyos una victoria o una derrota.
Paquín combina magistralmente la experiencia con la innovación, y el pasado con el presente y el futuro; no se ancló en el pasado, pero aprendió de él y con esas herramientas ha sabido consolidarse como un buen manager en el beisbol y en su vida personal. Prueba de ello es que sigue vigente como el primer día, también admirado y consultado por quienes a través del tiempo han valorado su capacidad, experiencia y sobre todo su nobleza y calidad de ser humano comprometido con sus orígenes.
A punto de cumplir los 60 años y de encarar nuevos desafíos en su carrera como mánager, al Paquín nadie podrá llamarlo un manager “tradicional” solo por la edad que presume. Tampoco podrán achacarle que no se renueva para prestar un mejor servicio profesional. Por su experiencia y sus aportaciones, por su buena fama, por sus marcas personales y por su ejemplo de vitalidad y buena vibra, no solo está en el salón de la fama del deporte mexicano, también está en el aprecio y el reconocimiento que miles de seguidores del beisbol le profesamos. Enhorabuena por los nuevos y buenos tiempos del Paquín Estrada. Se los merece.
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